jueves, 15 de noviembre de 2012

El Juego de la Muerte. El experimento de Milgram

Antes de comenzar, aviso que esta entrada es muy extensa. El vídeo que se muestra a continuación dura una hora y media, pero os prometo que os enganchará y os hará mucho que pensar. Por favor, cuando tengáis un rato libre - ahora por ejemplo-echadle un vistazo y me encantaría que expusieseis vuestra opinión en los comentarios. Muchas gracias. Dejo aquí mi opinión. Que intenta refutar lo que se defiende en el vídeo. 




Dentro del campo de la Psicología Social, Stanley Milgram llevó a cabo una serie de trabajos para demostrar hasta qué punto seguiríamos órdenes (por estúpidas que estas fuesen) cuando las recibimos directamente de una autoridad y, además, éstas entran en conflicto con nuestros propios valores o conciencia moral. En otras palabras, hasta qué punto seríamos capaces de llevar adelante una orden “estúpida”, incluso una mala orden, porque nos lo mandan, sin dar ningún tipo de motivo a mayores. 

Los primeros trabajos aparecen en un artículo publicado en 1963 en la revista Journal of Abnormal and Social Psychology bajo el título Behavioral Study of Obedience (Estudio del comportamiento de la obediencia)  

Se nos ha planteado la posibilidad de debatir sobre este y otros temas que relacionan el experimento, no solo la capacidad de obediencia del hombre, sino que tal prueba experimental abarca definiciones y conceptos tan subjetivos e intrínsecos en su definición como la “la bondad” la “maldad” de la naturaleza del ser humano. 

Cuando se plantea un debate en el que la filosofía, religión, o comportamiento sean el centro de la misma, por norma suelo realizar una retrospección histórica pues, generalmente – y estaréis de acuerdo conmigo en que- la humanidad ha, una y otra vez, cometido los mismos errores continuamente. Bajo distintos nombres, pero lo mismo. 
En cuanto a la obediencia, creo que viene infundada desde un tiempo anterior al de Roma y Grecia pues, como dijo Marx “los problemas de los hombres comenzaron cuando uno de ellos decidió clavar una valla en el suelo y decidir que ese terreno era de su propiedad”. De este modo, surgieron personajes poderosos que pudieron tener y tuvieron influencia sobre personas que tenían menos. 
Este concepto de “El que tiene más, domina” se ha extendido a todos los ámbitos de la vida y se refleja perfectamente, en la religión pues, ¿acaso el mayor genocidio de la historia como fue la Conquista de América no fue a manos de una institución religiosa cuyo lema y bandera es la hermandad y amor al prójimo? ¿No fue la Conquista de las Américas sino otro Experimento de Milgram llevado al extremo? ¿Acaso la religión no era la televisión de aquellos tiempos? 
Efectivamente lo era. 
Estaremos entonces de acuerdo en afirmar que, al igual que decía ya Tito Macio Plauto en la antigua Roma: "Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit." (Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro). Tanto esta máxima como la obra de Hobbes “Leviatan” defienden la crueldad de la naturaleza del hombre y, llegados a este punto, podríamos dar por finalizado el debate. 
Sin embargo, un servidor no vive conforme a estas máximas y, pese a ser realmente convincentes las afirmaciones anteriores, comenzaré a defender mi teoría con la siguiente cita del XIV Dalai Lama.

“La verdadera esencia del ser humano es la bondad. Existen otras cualidades provenientes de la educación y la sabiduría, pero, si uno quiere convertirse en un verdadero ser humano y dar un sentido a su existencia, es esencial tener un buen corazón”

¿Y es que acaso Hitler fue un verdadero ser humano? No, ¿verdad? ¿Acaso Isabel Báthory fue un verdadero ser humano? Tampoco, ¿verdad? Las personas que son crueles o malvadas pese a la educación que hayan recibido no pueden considerarse “un ser humano” sino, estaríamos –no defendiendo- pero si justificando el comportamiento de Hitler, Franco o Mao. 

Pero… ¿Por qué nos costará tanto ser buenos? A veces, los gestos bondadosos nos causan risa. Otras veces, decimos que un hombre bueno es un hombre tonto. Da la impresión de que sólo a través de la maldad se demostraría la inteligencia. Yo no estoy de acuerdo. Y no porque piense que la bondad sí es un signo de inteligencia, sino que no estoy de acuerdo porque creo que la bondad nada tiene que ver con eso. La bondad existe, está ahí, en todos nosotros. Pero, en ocasiones, la inteligencia, la vergüenza, las modas o la falta de seguridad en uno mismo anulan las acciones y los sentimientos bondadosos.

Y es precisamente la vergüenza y la falta de seguridad lo que hace que los concursantes de “El juego de la Muerte” hayan llegado hasta el final, entrando en el que se conoce como “Estado Agéntico” en el que el ser humano -ya sea bajo la presión de un buen discurso de oradores extremadamente convincentes como lo fueron los precursores de las religiones, o de los más atroces genocidios o bien bajo la presión de una cámara en un concurso de televisión- abandonan y aparcan –temporalmente- su moralidad de ser humano para adoptar una nueva moral, completamente infundada, falsa y carente de carácter natural, que les lleva a obedecer cualquier orden dada. 

Y es que la extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio, y es que esa “buena voluntad” por agachar las orejas y accionar la palanca, esa buena voluntad por obedecer que se enfrenta a la del pensamiento de daño al prójimo que luchan por superponerse denota la naturaleza bondadosa del hombre, QUE NO LA REBELDE. Y es que ninguno dejó, en ningún momento de dar pruebas de que que estaban preocupados por el sujeto electrocutado en todo momento, denotando su carácter bondadoso y preocupado, sin embargo, nuestra capacidad para revelarnos contra el sistema, la naturaleza rebelde que tuvieron en su día los que lucharon contra regímenes, la naturaleza rebelde de los años sesenta – que paradógicamente es cuando se realiza el estudio- la naturaleza rebelde del inconformismo sí que se demuestra aplacada en el estudio, pues el 80% de los que participaron en la prueba llegaron hasta el final. Pero ello no quiere decir que realmente quisieran practicar la maldad, sino que por lo que he argumentado anteriormente, se produjeron esos resultados ya que es difícil revelarse contra un sistema en un estado de bienestar como en el que vivimos. ¿Quién querría revelarse contra la televisión, fuente de diversión, entretenimiento y cultura? ¿Quién querría revelarse contra la democracia? Acierto al decir que muy pocos. Y he ahí el resultado del Experimento y es que como dijo Victor Hugo, Ser bueno es fácil, lo difícil es ser justo. Y en este caso, la bondad yacía en cada ser humano, ya que el ser humano es bueno de por sí – sino no es un ser humano, es un bípedo elemento de gran cerebro- y lo difícil era ejercer la justicia, revelándose contra el sistema autoritario de la televisión. 

Pero bueno, a parte de la bondad, la desobediencia, es una virtud original del hombre, pues mediante la desobediencia y la rebeldía se produce el progreso. Siguiendo esta máxima, podríamos afirmar que la desobediencia del ser humano es, actualmente suficiente, pues sino, seguiríamos viviendo en un feudalismo eterno. Una justificación a los datos del experimento puede ser que, conforme el progreso de la humanidad y los avances son cada vez más lentos y más complejos, las ansias de rebeldía han ido en descenso, pues… ¿quién resuelve ahora sus problemas con una guillotina, una espada o un arco? Nadie. 
Y es que cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen suelen perder el respeto aunque en ocasiones, somos bastante más estúpidos que la estúpida orden que se nos ha dado.