Me
encuentro en una habitación prácticamente plateada y negra. Al fondo, la luna
lo ocupa todo el ventanal y, justo en el centro de la estancia, una bañera de
cristal negro.
A los pocos segundos y, como si se tratase de una serpiente que sale al escuchar la dulce melodía de su encantador, Aren Ferenc Darvenwish aparece ante mí, desnudo, pues acaba de salir de lo más profundo de aquel pozo al infierno con forma de bañera, por lo que aparto la vista, azorado por tal perfecta visión.
-Veo
que no te importuna entrar en mis aposentos sin avisar pero sí te avergüenza lo
que puedas encontrar dentro. – resuelve, con el pelo completamente pegado a su
cuerpo y el agua aún chorreando. Dibuja una media sonrisa en su esmaltada boca
para, sutilmente acercar ambas manos a ambos lados del objeto más preciado de su
anatomía- No muerde- canturrea-Tú también tienes una – acierta a decir- ¿De qué
avergonzarse? Jajaja...- aquella sutil y casi inaudible risa picarona me
molesta.
Entonces
alza su pierna y sale de la bañera y, en cuanto pone un pie en el enmoquetado,
su cuerpo comienza a vestirse mágicamente de abajo hacia arriba y su pelo se
seca en un pestañeo, quedando perfectamente peinado.
-¿Sabes
qué hago aquí?- inquiere- ¿Sabes acaso por qué puedes verme? ¿Olerme?
¿Tocarme?- dice tomando mi mano y acariciando su dorso suavemente. Yo le veo
sin decir nada.
-Digamos
que… un ser tan bello, con una esencia tan macabra, pérfida, regodeante y
absolutamente perfecta como la mía no podía ser sólo… no puedo ser únicamente
un mero objeto de diversión, entretenimiento y en ocasiones burla de un hombre
tan deforme, así que simplemente, he decido dejar de no existir para volverme
tangible. – me coge la quijada- ¿O acaso hay algo que Aren Darvenwish no pueda
hacer? – inquiere enseñando una enorme sonrisa. - ¿Cómo yo iba a ser un mero pensamiento, una mera declinación de
una mente tan pobre que vive en un cuerpo tan asqueroso?- masculla con recelo
divertido.
Ese
adjetivo me recorre la espalda de arriba abajo y me hace enfurecer- Retira eso-
le espeto con asco. – Te recuerdo que en mi mente sigue encerrado Silvanus
Kettleburn y que en mi mano está el poder asesinarlo en cualquier momento.- le
amenazo.
Él ríe.
-Ah,
¿sí? ¿Sabes acaso quien está ahora en
mi mente? ¿Sabes quién no es más que un pensamiento mío y que al igual que tú
con el pequeño, puedo asesinar en cualquier momento?-Chasquea los dedos y me
sume en la oscuridad de su mente para enseñármelo, atado y encerrado en una de
las más horribles celdas de su corrompida mente.- En efecto… Se han intercambiado
las tornas- canturrea. - Así que ten mucho cuidado- dice cogiéndome una mejilla
y ladeándola de derecha a izquierda. – El caso es que… - chasquea de nuevo los
dedos para volver a la sala.
-No
le hagas nada. – le amenazo.
-No
está entre mis planes- dice automáticamente. –Ni se me había pasado por la
cabeza. – Sonríe- Sólo quiero que vea y que sienta lo que yo he sentido todos
estos años, encerrado en ese cuerpo. Eres incapaz de sentir mi impotencia.
Encerrado en ese engendro -dice dibujando una mueca de verdadero asco y
abrazándose de una forma muy teatral. – Yo no merecí eso... Qué tortura el
verme al espejo…– dice con voz teatral y de falso gimoteo. Entonces, su rostro
se desfigura en una oscura y terrible
sonrisa.- Ya he tomado todo lo que formaba su vida. Incluso su decrépito
aspecto está guardado en mi mente ahora.
-¡DEJA
DE REFERIRTE A ÉL DE ESE MODO!- chillo tirándole un cojín a la cara.
Cojín
que se desintegra a medio camino.- ¿Por qué? ¿Acaso no es cierto? ¿O es que a ti
te gustaba?- dice rodeándome- ¿Cómo qué? Ni mi alto intelecto es capaz de
comprenderlo- canturrea- No ¿verdad? –Me agarra la quijada con extrema fuerza-
admítelo.- Impera triunfante y con ojos de desquiciado.- Te da asco- ríe
gravemente.
-¡ASCO
ME DAS TÚ!- le espeto, con la cara aplastada de modo que mis labios sobresalen
bastante.
-Ojojojo~-
dice soltándome y dándose la vuelta para, pieza a pieza, volver a desnudarse
por completo y, elegantemente, darse la vuelta para dejar su hombría muy cerca
de mí. - ¿De verdad?- dice viéndome a los ojos- Porque yo diría que lo único
que despierto en ti es absoluto y puro deseo. – acierta.
-N-no…-
digo negando con la cabeza- ¡IDIOTA!
-Idiota~
gran palabra. Tan grande como mi orgullo- objeta.- Es… todo tuyo- dice agachando
la cabeza y alzando una ceja, con interés.
-No
necesito… eso…- digo asqueado.
-Quien
lo diría- dice cogiendo mi mano y poniéndola en su parte más íntima- Esto es lo
que has estado esperando toda tu vida, ¿verdad? – Mastica con orgullo y
pretensión- Y es algo que eso nunca podrá
darte- ríe jocoso.
Entonces
me separa de él y vuelve a vestirse con calma, para luego, acuclillarse delante
de mí y coger mi mano.- Ven conmigo- dice sincero. –Él ya no es nada… sólo yo
existo ahora. – habla mientras frota su cara contra el dorso de mi mano,
aspirando mi olor.- Será un placer tener su más preciada joya en mi haber. Será
todo un honor…
Confundido
y excitado, trago saliva y asiento lentamente con la cabeza, derrotado: lo he
visto con mis propios ojos… ya no hay vuelta atrás, aunque aún estoy cargado de
dudas e incertidumbre.
-…Perfecto…-
dice apretando fuertemente su mano en la mía, hundiendo sus, de repente
afiladísimas uñas en mi carne, que me arranca un horrible chillido de dolor y
sufrimiento. El primero de muchos, por haber accedido a hundirme con él en su
mundo de tinieblas.