viernes, 1 de marzo de 2013

Aquellos ojos verdes a los que no estaba acostumbrado.


Pensaba que se lo iba a pasar peor de lo que en realmente creía, pues la gente de su clase parecía otra fuera de esta. Estaban todos contentos, felices y él, con una enorme sonrisa de oreja a oreja. Una de esas que ya casi nunca le salían. No tenía muy claro el porqué, pero así era.
Cenaron, tomaron tarta y de dieron sus regalos a la cumpleañera. Luego bebieron y, en el transcurso de todos aquellos actos, no se dio cuanta (o por lo menos así aparentaba hacerlo) de que un par de ojos verdes - que no eran los ojos verdes a los que estaba acostumbrado- no le quitaban la vista de encima en ningún momento.
Al final, después de terminarse una botella Orujo él solito - cosa que no volverá a hacer- decidió sentarse en el sofá para descansar un poco. Acto seguido, aquellos ojos verdes se sentaron a su lado. No eran los ojos verdes a los que estaba acostumbrado, sin embargo, no le parecieron feos e incluso enternecedores. 
Sonrió y habló tanto, que creyó perder la noción del tiempo. Por él, podría acabarse el mundo y que todos los diablos subiesen de los avernos y se produjese el fin del mundo (que por algo era la única noche en la que el Trono del Vaticano estaba vacío. ¿Qué mejor momento?
Y, entre deseos de que el tiempo se parase ante aquellos ojos verdes que, aunque no eran los ojos a los que estaba acostumbrado, también eran bonitos. ¿Quizá más? Quizá más. 

Alguien gritó entonces que se irían en veinte minutos a bailar, por lo que decidió que sería mejor ir al cuarto de baño ahora, ya que luego, las colas formadas por todas aquellas señoritas para un sólo baño, iba a ser de campeonato. 
Sonrió y se disculpó, para dirigirse al baño, pero cuando lo hizo, sintió un gran mareo debido a todo el licor ingerido y aquellos ojos verdes extendieron una mano alrededor de su cintura para, con una sonrisa amable que brillaba desde las alturas, ayudarme a llegar al baño. 

Le di las gracias por el pasillo y sus ojos verdes sonrieron. No sonreían como los ojos verdes a los que estaba acostumbrado, pero estos tampoco sonreían de una manera desagradable.

Ambos entraron y él se vio al espejo.
- Mira, mira qué mal aspecto tengo. No debería haber bebido tanto.
-Tonterías- respondieron los ojos verdes.- Una noche es una noche. - Rió frotándole con fuerza la cabeza hacia abajo.
-¡Para! vas a despeinarme- le regañó sonriente, más como un juego que como una reprimenda. 

Los ojos verdes fueron, en aquella ocasión, tan pillos como los que el, - ahora despeinado joven- conocía, pues se habían encargado de cerrar la puerta con tal astucia y sutileza, que, - en el estado del que entonces se peinaba- le fue imposible darse cuenta. 
-Ea, ya estás guapo- dijeron.
-Yo siempre lo fui, por favor- dijo él, de forma divertida y sonriendo.
-Sí. Siempre lo fuiste- los ojos verdes lo dijeron bajo, incluso ciertamente (por qué no decirlo) sonrojados o eso es lo que le pareció, pues poco pudo ver, ya que aquellos labios de ojos verdes se posaron en los suyos.
Se quedó quieto. No se lanzó, pero tampoco se dejó llevar. Simplemente se quedó quieto. Quieto y con las manos temblando como si de flanes en las oficinas japonesas el once de Marzo del 2011 se tratasen.

Los ojos verdes le dejaron tomar aire a cambio de tomar sus manos y aquellos ojos verdes extraños pero a la vez familiares las guiaron: una al pecho de su camisa y otra a aquel cinturón de dura y férrea hebilla que aguardaba "aquello". 
También duro. 

Agachó la cabeza. Si no hubiese el ruido de la música de fondo, se podrían haber escuchado a la perfección el castañeo de sus dientes, de verdadero pánico, pero sobre todo: indecisión. 
Volvió a verlo rápido de arriba abajo y a analizar la situación. 
¿Para qué engañarse? Eran los ojos verdes que, si no fuesen por aquellos que ya hacía más de un año que lo habían cautivado, habrían sido los primeros y no unos a los que no estaba acostumbrado. 
Eran... los ojos más perfectos que jamás volvería a tener tan cerca. Él y sus ojos podrían haber sido -casi- la perfección echa pareja. Sin embargo, ese pensamiento le asustó y apartó la mano de su pecho como si quemase. 
-No... no creo que... es que estoy nervioso...- dijo muy bajito, mordiéndose el labio inferior con furia para que se le cayesen gotas de sangre y no lágrimas. 
Pudo ver aquella sonrisa cálida y serena antes de que hablase.- No pasa nada. Yo te ayudo- dijeron aquellos ojos verdes, tan calmados como de costumbre. Con una habilidad que le dejó pasmado y le hizo negar de incredulidad con la cabeza, dejo libre su esencia y él replegó sus manos y sus codos hacia su tronco, con la cabeza gacha, no viéndole a él sino sus pies, intentando evitar lo inevitable, sin poder no verlo. 
Tragó saliva y se sintió como si estuviese admirando la mayor obra de arte del mundo.
Sus lágrimas ya no aguantaron más y acabó por sollozar en silencio. Sollozos que dieron paso a lamentos internos, exteriorizados como enormes lagrimones, cargados de rabia, desesperación y alcohol.
-Venga- dijeron sus ojos, mientras sus manos se posaron en sendas nalgas del joven lloroso. Pudo ver cómo sus ojos se mordieron con desesperación ante el tacto del joven.

-No puedo... de verdad... lo siento. No puedo- acertó a decir entre sollozos. - Es que tengo... no puedo- repitió ya extasiado, hundido en lágrimas. 

Sus ojos suspiraron resignados, pero pese a todo, no dejaban de mostrar aquella sonrisa amable. - Bueno. No pasa nada entonces- dijo arreglándose la ropa.- Tranquilo, ¿vale?
Entonces le abrazó entre sus brazos y por primera vez se sintió pequeño. Había olvidado lo que era aquella sensación y su corazón se desencogió, para disfrutar de aquel abrazo que sí aceptó. 
-Perdóname- dijeron ambos al unísono. Lo que les arrancó a ambos una sonrisa debido a la casualidad de sus palabras.

Al final le secó las lágrimas y remató con un beso en la frente, con sus manos a cada lado de su sien y sonriendo.- Bueno, vamos a disfrutar del resto de la noche, ¿vale?- dijeron sus ojos verdes. Aquellos ojos verdes que ya no sabía de quien eran, si eran los primeros, los segundos o simplemente unos ojos verdes a los que no estaba acostumbrado. 

-Vale- dijo con una sonrisa. 


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