Puso su mano sobre su teta
sonrió, nervioso.
Tragó saliva. Cogió su cartera.
Era el momento: estaba orgulloso.
Sacó el condón, con sabor a fresa
y lo colocó, habilidoso.
Sonó entonces el despertador.
¡Maldito seas!
¡Objeto cruel, destructor de sueños!
¡Maldito seas!
¿Ahora dónde me meto?
¡Maldito seas!
Repitió con enfado y gonadal aprieto.
Dedicado a Manuel Vaqueiro Graña.
Conciso y perfecto.
ResponderEliminar