domingo, 26 de febrero de 2012

Desayuno

Las colonias británicas en el nuevo mundo tenían al mundo en vilo. Ellas eran el futuro. De ellas se nutría el viejo continente como si del Maná se tratara en los 40 años que Moisés le dedicó a su pueblo para llegar al Reino de los Cielos.
El viejo continente se había quedado mustio y sus tierras mediterráneas, cultivadas desde hacía mas de 4000 años, estaban lavadas, apagadas y secas. Europa ya no era lo que fue en la larga y tediosa Edad Media, en la que Dios daba los frutos, no la tierra. Y qué decir de la gloriosa Roma o el reino Heleno, que han sido la cuna de todo lo conocido y que han expoliado la tierra de tal manera que ahora, en 1753, Europa ha perdido casi todo su potencial como recurso económico, ganadero y agrícola.

La pobre y consumida Europa agradeció el descubrimiento de América como una cura contra el cáncer. Un cáncer llamado "humanidad" que se extendía por su superficie, en busca de nuevos terrenos fértiles que ya casi no quedaban.

América fue el alivio. La salvación. Una salvación que, al igual que la penicilina, se convirtió en el remedio para absolutamente todo.
La ahogada religión, que ya había sufrido un sesgo debido a cierto germen luterano, veía peligrar su estatus, pero gracias a América, tomó aire y se dedicó a colonizar y embutir mentes jóvenes y frescas con las ideas del momento.
Por fin, lo que se necesitaba. Alimentos, negra tierra, llena de ricos nutriente sin explotar, oro, explanadas, nuevos animales, tomates, tabaco, chocolate, absolutamente todo.
Era lo que todo el mundo esperaba ero que nadie buscó porque, la idea de que existiera tierra más allá, no era concebible.

España domina y Reino Unido y Francia la imitan. Traen a Europa la novedad, el júbilo y de nuevo, a la vida.

Yo pertenezco a una de esas colonias británicas. Una de esas que actúan como un intermediario con la cadena de montaje de los materiales. A nuestra pequeña ciudad, llegan los productos en bruto, y nosotros, con nuestro trabajo, los manufacturamos y los enviamos desde nuestro camino de tierra hasta Boston, para que, desde allí, lleguen sanos y salvos a la sedienta Gran Bretaña, que espera como agua de Mayo, cada gramo de producto americano que les enviamos.

Siempre he tenido la ilusión de ir a Europa. yo he nacido aquí, y mis padres me dicen que es imposible, que mi destino es atender las colonias, vigilar a los esclavos y atender el pequeño rancho.
Sé que es cierto, por eso no quiero pensar mucho en ello.

Y ya veis, ahora estoy aquí, en el día después de Acción de Gracias, a mis 26 años, casi la mitad de mi vida. Con un marido y un hijo.
Deben de ser... las doce de la mañana o al una de la tarde, por la posición del Sol... He invitado a unos amigos a mi casa y, después de un fantástico desayuno, en el que ha habido de todo menos racionamiento, estamos todos felices y contentos. Somos 6 a la mesa, mi marido, Nelson, está guapísimo. Le he regalado un gorro de, lo que aquí se conoce como Pilgrim. Como os habréis dado cuenta, somos peregrinos británicos, creyentes hasta la médula y con el negro en nuestras ropas por bandera, celebramos las vacaciones de Acción de Gracias compartiendo, como es tradición, el pavo con nuestros vecinos nativos.

A la mesa, tenemos a Nonaatkee y a Crolkik, dos jóvenes nativos, la primera mujer y el segundo varón, este último es hijo de de uno de los jefes mohawk de la zona. Siempre nos ayudan con el maíz y las costuras.
Daneenkee, el hermano de Crolkik, nos acompaña a la mesa en esta ocasión por cumplir sus quince años. Es un muchacho apocado y callado, pero sabio con el arco y la cerbatana.
Por último, nos acompaña la querida Margarett, la vecina viuda de la casa de enfrente. Sin hijos y sin nadie a quien alimentar en estas fechas, todos los años es recibida en nuestra casa para pasar una agradable velada.

Mi hijo no deja de trastear con sus cosas, mientras sus rubios cabellos hacen contraste con el negro gato con el cual juega.

El sol entra a raudales por la ventana e inunda la inmesa cantidad de frutos secos y ojas de té que estamos preparando entre todos como divertimento mientras hablamos de los males del pueblo, sin poder hacerlo de los del mundo debido a la falta de conocimiento.

Mi marido me mira y me hace un gesto con la cabeza. Ya va siendo hora de ir sacando la comida. Es duro, pero debo abandonar la animada charla, para ponerme a hacer la comida. Nuestros invitados esperan.

Mientras, Benjamín Franklin inventa el pararrayos, los corsos se revelan contra los genoveses y el filósofo irlandés George Berkeley muere.

Yo, ajena a lo que en el mundo ocurre, sirvo sonriente la comida. Primero a mi marido, luego a Crolkik, luego a mi hijo. Una vez los varones están servidos, comienzo con las damas, por lo que la más anciana recibe primero. Margarett. Luego iría yo, pero debo ser cordial y sirvo primero a Nonaatkee. Para cuando me sirvo, queda poca o casi ninguna comida, pero no me importa. Como mi parte y atiendo la casa. Me gusta mi vida.

Mis padres son felices. Ellos ya han muerto, no hace mucho, pero si. Han muerto. Murieron contentos y desde el cielo y el seno de Dios me cuidan, cuidan a mi hijo, Cameron y a mi familia. Sé que lo harán.

En nombre del Padre, del Hijo y de Espíritu Santo. Amen.

Pronto acabará el año. Debo excusar a los presentes... el correo ha llegado.

Es de Caroline. Una vieja amiga de Nelson. Ella y tuvo la suerte de poder irse a Gran Bretaña. La envidiaré siempre. Se fue hace unos nueve meses o diez... no sé.

Se la entrego a mi marido, Nelson, pues la carta es para él. La abrió y, subió las escaleras hacia la habitación, haciéndome una seña para que le siguiera. Obedecí, pero ya no bajé.
No bajé nunca.


En 1753 mi corazón dejó de latir. El año en que Gran Bretaña adopta el primero de Enero como día de año nuevo, tras la adopción del Calendari Gregoriano.
1753.
Un buen año.

Siempre supe que lo mío con Nelson solamente fue una aventura que se nos escapó de las manos. Sabía que no estaba enamorado de mi. Lo estuvo en un pasado, pero ahora no. No lo creo... bueno, creía.

No sé lo que pasó después de la una y media de aquél día de Acción de Gracias. Solo espero de Cameron crezca sano.

2 comentarios:

  1. A mí la omnipresencia esa sigue sin convencerme ù.u XDD

    y por alguna razón he leído todo el texto con un tono suave y muy hipócrita XD (y eso que al principio pensaba que el narrador era un hombre)

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  2. al principio el narrador era, efectivamente, un hombre. pero luego no me dio la gana y lo hice hembra xD

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