martes, 3 de enero de 2012

Amante del Rocío

Espero sentada en un parque mientras veo como atardece. El lago que tengo delante brilla en un bonito baile de naranjas, rojos y violetas. Sonrío, per no puedo evitar sentirme melancólica.
Cojo mi castañopelo y me hago un moño, pero como no tengo ninguna goma del pelo, utilizo dos lápices a modo de sujeción, ya que atraviesan mi pelo, aguantándolo mientras luchan contra la fuerza de la gravedad.
Él no aparece, y yo sigo sentada, retorciendo un kleenex entre mis dedos.
En mi mente suena una canción: Hallelujah... pero no se porqué... total, no se ha producido ningún milagro.
Dos gorriones se posan delante mía, picoteando el suelo, y a lo lejos en el lago, dos cisnes nadan juntos. Me quedo pensando entonces en que tenía un profesor que decía que los cisnes eran los únicos animales que se morían de amor si su pareja o ser querido se moría también... quizás deberíamos aprender más de los cisnes.
Debería haber muerto la semana pasada, con mis padres... pero yo no iba en el tren... quizás ese sea el milagro por el cual no se me va esta canción de la cabeza.
El Sol me dice hasta mañana, y la noche ocupa su puesto, tiñiendo el cielo con su azulada y negra tinta con la que nos deleita, mientras que con un pincel muy fino, va dibujando pequeños puntitos en el cielo y para finalizar, la noche termina su cuadro con una enorme luna llena, que me baña la piel con su mortecina luz, haciéndola más blanca de lo que ya es.

Empieza a hacer frío, por lo que me pongo la rebequita de lana que me regaló mi madre... nunca llegó a vérmela puesta.
Si, definitivamente debí haber muerto con ellos la semana pasada... es mejor que vivir con este remordimiento.

Entonces me pongo de pié, porque oigo unos pasos. Me aliso la falda y mis dilatadas pupilas buscan al propietario de tan dichosos sonidos.
Le veo.
Corro hacia el.
Le abrazo.
No lo suelto.
A mis 29 años, me siento como una estúpida niña, que llora desconsoladamente porque ha suspendido 5 y no quiere que llegue la hora de llegar a casa. El tampoco me suelta, pues sabe mi situación de sufrimiento.
Me dice que me quiere y que estará toda la vida conmigo y me jura que si yo me muriese, el se comportaría como un noble y elegante cisne y se vendría conmigo para estar siempre juntos.
Me besa y yo le correspondo, con la cara llena de lágrimas.
Es mi amante. No un amante de esos que se utilizan para poner los cuernos. Es mi amante porque me ama y yo le amo, es la mejor persona del mundo. Ninguno de los dos somos supermodelos: somos gente normal, con vidas normales... nunca fuimos de esa gente que tiene muchos amigos, o fuimos populares en el instituto, pero estar abrazada a él, hace que me sienta en el cenit del mundo. Ahora nadie es más feliz que yo.

Entonces se separa de mí e inca su rodilla en el suelo, manchándose el pantalón de tierra. Pero le da igual. Me repite que me quiere y saca de un pañuelo de tela perfectamente doblado el anillo de boda de mi madre. Ella y el debían do tenerlo todo preparado. Comienzo a llorar aún más al verlo y me propone matrimonio, mientras el lago brilla bajo la intensa luz de la luna y los grillos hacen acto de presencia, actuando como banda sonora, haciendo que se respire en el ambiente un tono mágico.
El helado rocío cae sobre nuestras cabezas y yo no respondo. Estoy demasiado emocionada como para hacerlo. Mis padres han muerto en un accidente de tren la semana pasada y ahora mi amante me propone matrimonio con el anillo de mi madre ya fallecida. No me lo puedo creer. Por un lado no puedo dejar de pensar en ellos, lo que me hace sentirme triste y querer morirme, pero por otro lado soy la persona mas feliz del mundo.

Le veo a los ojos y hablo por primera vez en dos semanas.

-Sí. Sí quiero.

Entonces lo levanto del suelo y dejo que me ponga el anillo. Lo abrazo muy fuerte y el a mi. Entonces los lápices se me caen de la cabeza y mi melena queda libre de nuevo. Me da igual.

Y nos quedamos toda la noche abrazados en el banco en el que y le había esperado. Toda la noche despiertos, callados, apoyados uno en el otro. Queríamos decirle "buenos días" al Sol. 
Al final, la noche se recoge, dejándole paso al elegante día que brilla elegante, con su traje de luces que ilumina y caldea nuestras pieles, llenas del rocío.

La pareja de cisnes sale de su escondite nocturno para buscar juntos el desayuno. Sonreímos al mismo tiempo al ver como meten su cabeza en el agua. Es gracioso, por lo que decidimos imitarlos e irnos a tomar un café con leche a una cafetería. 

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