martes, 3 de enero de 2012

El Profeta VII

El 27/10/11, hice mi primera donación de sangre. Jamás creí que iba a donar sangre: es algo que me da bastante yuyu. Pero el día anterior vino a clase uno de estos que imparten charlas y bueno: el chaval tenía una labia que ni se lo creía el mismo, vamos. Grosso modo, nos estuvo comentando que tenemos muchísima suerte de vivir en España. España es la utopía de la sanidad. Quizás sea cierto que existan mejores avances en otros países, como Estados Unidos, Japón, Francia… pero en todos ellos, absolutamente en todos los países del mundo lo primero que te miran en cuanto entras en un hospital es la cartera, la posición social y sus datos en Internet, sin embargo, en España, si para una operación necesitas veinte bolsas de sangre, no se va a escatimar en ello. Estoy bastante orgulloso de ello, y no hay que ir muy lejos para comprobarlo, solo hace falta ir a Cádiz, coger un barco y recorrer unos treinta kilómetros. Cuando tomemos tierra, será una tierra en la que la segunda causa de muerte es dar a luz. Las mujeres de Marruecos saben parir igual que las españolas, sin embargo, ellas mueren simplemente por el hecho de que se desangran.
Y es que la sangre no es algo que se pueda producir en laboratorios… es algo muy puñetero, ni tampoco existe una forma menos angustiosa que no sea mediante la punción intradérmica de quitar sangre, pero realmente es el factor limitante universal de la sanidad, ya que médicos y enfermeros hay en el paro a patadas, quirófanos hay suficientes, pero ¿por qué existen esas listas de espera enormes para operarse? POR LA SANGRE por eso es tan importante nuestro aporte.
Me quitaron medio litro de sangre. Me dio pena verla salir de mi cuerpo, al fin y al cabo: es mía. Me pertenece, pero bueno: en el fondo sabía que estaba haciendo algo bueno. Pero mentiría si dijera que fue algo agradable. El primer paso es, como no: un pinchazo. Un pinchacito muy rápido e indoloro, de hecho, no me di cuenta de que me habían pinchado. Le pregunté a la chica: “¿ya está?” y ella: “Sí, ya está” y se rió y yo me reí con ella. Jajaja.
El siguiente paso es la entrevista con la médica, en este caso. Era una señora mayor, que te miraba por encima de las gafas, que tenían una de esas cadenas que se ponen alrededor del cuello para no perderlas, era de mil colores y súper gruesa. Fue lo que más me llamó la atención. Entonces comenzó a hacer las míticas preguntas de médico hasta que llegó a la de las drogas. “¿Tomas drogas?” me preguntó. “¿Qué clase de drogas?” le respondí “Pues drogas” me susurró viéndome por encima de las gafas “¿Tabaco?” le susurré imitándola. Entonces se rió “Querido… yo no considero el tabaco una droga. Me refiero a los porros o a la cocaína” entonces me reí bastante contrariado. ¿Desde cuándo el tabaco no es una droga? En fin… “No. Hace meses que no pruebo los porros, y nunca la cocaína.”
Después de ese interrogatorio, me pasé a la camilla. Oh por dios: que genial. Aunque no quieras ver cómo te pinchan girando la cabeza hacia el cristal de la ventana, la luz de la mañana me reflejaba en el cristal del autobús, por lo que tuve que ver sí o sí.
La enfermera pinchó, pero no me acertó bien… me dijo que estaba muy escondida la vena y además, tenía la vena pegada al tendón, por lo que tenía mucho miedo de pincharme el tendón.
Al final me Dio con la vena y me pasé unos quince minutos siendo succionado.
Mantuvimos una charla muy amena con las enfermeras, y el tiempo se me pasó por el aire. Luego un Acuarius, y unas galletitas saladas y ¡CORRIENDO A CLASE DE FISIOLOGÍA!

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