martes, 3 de enero de 2012

Andakira I

El gigante había descendido de la montaña. Solo había pasado una semana desde la vez anterior… ahora los ataques parecían que se daban con mucha más frecuencia.
Timertown era una pequeña aldea perdida en medio del bosque. Sus habitantes vivían del comercio de la más importante fuente de energía: la madera. Esta era vendida a lejanas ciudades como Mascarel, Bellevue y sus exportaciones llegaban incluso hasta el Castillo del Cuervo y a Braverock, la capital.
Con esta madera Se fabricaban armas, se calentaban hogares y se construían casas. Todo el mundo había oído hablar de los infinitos tipos de maderas de Timertown. Era algo de lo que se podía estar orgulloso.
Pero a los gigantes parecía no importarles mucho ni los asustados pueblerinos ni el trabajo que les daría reparar todo el daño que estaban haciendo.
A decir verdad, era extraño que los gigantes atacasen de forma sistemática la aldea mes si y mes también, puesto que eran criaturas de escaso intelecto y la gente comenzaba a sospechar de que algo podría estar manipulándolos, haciendo que bajasen de las montañas cada cierto tiempo, sistemáticamente. Pero claro: no eran más que habladurías.
El montaraz del pueblo partió enfundado con una enorme capa negra con capucha montado en el caballo más rápido del pueblo para pedir ayuda al Rey Morgan, que vivía en Braverock para que que enviase refuerzos para azotar a los gigantes, puesto que las escasas murallas y los pocos soldados que defendían a Timertown, rondaban ya la nulidad.

Después de veinte días de viaje en caballo hasta Braverock, y otros veinte días de regreso a Timertown, el montaráz regresó solo al pueblo, portando con él una carta.
El pueblo, que por entonces contaba con nueve casas, una taberna, un consulado, una serrería y un par de cuarteles, acompañados de unos cuantos metros cuadrados de tierra cultivable, dos docenas de cabezas de ganado para su sustento y una escuela en la que el Maestro daba clases a los pocos niños que allí habitaban, con la vuelta del montaraz, todo estaba en semirruínas. En la ausencia de este, no uno, sino tres gigantes habían atacado al pueblo, dejándolo casi como una ciudad fantasma. La gente se había refugiado en los bosques y por lo que el montaraz veía, la gente no tenía pensado volver.
Se dirigió al consulado, donde debería estar el Alcalde acompañado del Maestro, pero por lo que se veía, todo parecía abandonado, de hecho, aún se podía oler el olor rancio de los gigantes e incluso había unas cuantas manchas de sangre en el térreo suelo de la plaza del pueblo.
EL Montaráz, al verse en semejante tesitura, partió al bosque para intentar encontrar a los posibles supervivientes y, después de una semana buscando y alimentándose de bayas suilvestres y del rocío de la noche, consiguió encontrar a la mitad de la población de Timertown desperdigada por los bosques, convenciéndoles para que volviesen a sus hogares.
Casi todos los supervivientes eran niños y mujeres, ya que seguramente, los hombres habían dado sus vidas luchando para defender a sus familias con antorchas, fustas, hachas, etc.
El Alcalde fue de los pocos hombres, junto con el Maestro, que se encontraron con vida. Era un hombre bueno, pero cobarde.
Sus manos temblorosas abrieron el sobre que el Montaráz le entregó en cuanto la situación en Timertown se hubo tranquilizado un poco.
La carta decía que en estos momentos de guerra contra los Orcos en el sur, los cuales resistían en las ciudades orcas de Korad-Nur, Untir-Nur, Norad-Kur y la Isla de Mal-orca y la lucha contra las ordas de elfos oscuros en le este, provenientes de las cuevas de Morgac, y de los bosques negros de Ckyiu, en estos momentos el reino de los humanos no podía desprenderse de un batallón para hacer frente a los gigantes y comenzar una batalla que no estaban dispuestos a perder. El rey Morgan firmaba la carta y, en cierto modo, por duro que fuera, la situación del reyno de Andakira, no era muy prometedor.

Las últimas noticias de la situación internacional del reino eran las siguientes: por el sur, desde el este de Mascarell, hasta Silver Creek, un pequeño pueblo bastante desprotegido, que basa su subsistencia en el libre mercado, en puestos ambulantes y el mercado de reses por parte de nómadas (la, verdad, no es un lugar agradable en el que vivir. Goblins y orcos suelen estar azotando la pequeña comarca continuamente), toda esa zona está siendo atacada constantemente por ordas incesantes de orcos que luchan desesperadamente por huir del desierto. Nadie sabe por qué repentinamente, los orcos (que no solían comportarse como bestias a no ser que te precipitases en sus tierras sin permiso) habían comenzado su ascensión hacia el sur. Unos decían que era porque la escasez del desierto les habían tentado a buscar fortuna y alimento a las tierras más fértilres del norte, otro simplemente defendían que los orcos eran idiotas.
Tanto la raza de los enanos como la de los humanos, ayudados por los seraphines, algún que otro elfo del bosque y magos consagrados, luchaban en organizados ejércitos contra las ordas orcas. Algunos podréis pensar que la organización vence al caos, pero cuando la vista otea el horizonte y avista una masa informe, salvaje, y enorme de orcos abalanzándose sobre los puntos de resistencia… a veces se hace realmente difícil contenerlos.

Por otro lado, en el este, el reino de la alianza de magos, elfos, seraphines, enanos y humanos, luchan contra los elfos oscuros.
La batalla del sur y del este son completamente diferentes: la del sur es bruta y sin piedad, sin embargo, la del este, es una guerra silenciosa, que funciona mediante emboscadas, trueques e intercambios de información al mejor postor. Los elfos oscuros son realmente inteligentes. Es una batalla de intelectos, en la que la astucia, el buen hacer e incluso el trato cordial pueden evitar una escaramuza. Los elfos oscuros se han aliado con mercenarios humanos, y cuentan en sus filas con medusas, seres que causan el pánico entre las filas de la Alianza, ya que se ocultan en los árboles y petrifican a los guerreros desde las alturas, ocultas en las secas y podridas ramas de los bosques de Ckyiu. Ademas, vampiros y hechiceras hacen que la guerra del este sea mucho más compleja de lo que aparenta.

Pero en medio de toda esta corrupción, maldad, caos, muerte, y decadencia del reino de Andakira, se alzará la leyenda. La leyenda de Anthony, la guerrera del fiel coraje, acompañada siempre de su fiel compañero Magnam, un joven e intrépido joven que no se separará de ella aunque eso le cueste la vida.

4 comentarios:

  1. Buuuu esto ya lo leiii fueraaa -3- XD
    a saber que historia sale de aquí, pero que sepas que me indigna que no continuases con aquella del tipo que se iba de aventuras XD

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  2. cual? no me acuerdo. ¿que tipo?

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  3. Esa que habías empezado cuando yo empecé la del misógino del XVII para el duelo literario que teníamos en primero XD

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